REFLEXIONES SOFIA ALVAREZ

1. La inestabilidad legislativa crónica en Colombia, marcada por el desequilibrio entre el poder constituido y el constituyente, ha sido un motor constante de desafíos. Esta dinámica se ve agravada por la polarización política, donde la diversidad de pensamientos, en lugar de enriquecer, a menudo divide las decisiones cruciales del país, anteponiendo la desunión a cualquier posibilidad de consenso, incluso frente a la guerra.

2.Mientras el mundo se aferra al egoísmo y a la sed de poder, la efectividad de un sistema basado en la  la cooperación internacional se diluye. Es un panorama desolador donde, a pesar de contar con marcos legales y procesos judiciales aparentemente sólidos, la capacidad coercitiva del Estado para garantizar los derechos humanos y la justicia se muestra inútil, dejando una profunda sensación de desamparo.

3. La concentración del poder en una sola persona o grupo familiar, una realidad que se resiste a desaparecer en un país que anhela crecer, tiene un impacto directo y negativo en la visión internacional. Esta persistencia de élites, sumada a la normalización de la ilegalidad que se observa en películas como "La mujer del animal", revela una fractura social profunda: quienes aplican la ley en las ciudades versus aquellos que la moldean a su conveniencia en otras zonas, dejando un rastro de consecuencias físicas, psicológicas y morales.

4. El clientelismo, como expone "Por qué fracasan los países", no solo es una práctica para conseguir y mantener el poder, sino que es el germen de la desigualdad y la erosión de la confianza política. Este fenómeno político, arraigado en la conveniencia y la manipulación, socava las bases de una sociedad justa, impidiendo que el país avance hacia un futuro donde las oportunidades sean para todos.

5. La guerra interna tiene sus raíces profundas en el desconocimiento del gobernante hacia sus gobernados, especialmente en la falta de oportunidades básicas que garanticen seguridad y bienestar familiar. Esta carencia empuja a muchos hacia actividades ilícitas, como el cultivo de marihuana en Santa Marta, que, aunque lucrativas, evidencian un sistema fallido que no logra satisfacer las necesidades de su gente.

6. Es en este contexto de desesperación donde las iniciativas de altruismo de figuras como "el caudillo del pueblo", que buscan romper paradigmas políticos, son cruelmente apagadas. La oligarquía, con su poder y posibilidades, no duda en exterminar estas voces disidentes con actos de violencia cobarde y polarizada, silenciando cualquier intento de cambio.

7. La inutilidad de un sistema legislativo que, a pesar de su amplitud y diversidad de pensamientos, no logra generar consensos, condena al país a la inacción. Esta incapacidad para llegar a un acuerdo sobre cómo mantener la paz y brindar seguridad y oportunidades equitativas para todos es una tragedia que se repite, perpetuando un ciclo de inestabilidad y frustración.

8. Mientras el mundo siga anclado en la idea de acabar con el "otro" y sus ideas de forma radical, el diálogo no florecerá. La voluntad de los estados, la justicia, la cooperación internacional y, sobre todo, la voluntad de dialogar, son los únicos principios rectores que podrían evitar la necesidad de organismos internacionales superiores con poder coercitivo, y sentar las bases para una solución pacífica de los conflictos.

9. La historia de Colombia está tejida con el hilo de oportunidades perdidas para la consolidación de la paz duradera. Cada intento de acuerdo, cada esfuerzo por silenciar los fusiles, parece tropezar con la persistencia de viejas estructuras de poder y la incapacidad de la sociedad para sanar las heridas y construir sobre las cenizas de la discordia. La memoria colectiva, aunque a veces dolorosa, podría ser la clave para no repetir errores pasados, pero a menudo se diluye en el fragor de nuevas disputas.

10.La crisis de representatividad en Colombia es un eco de la profunda brecha entre la élite política y el ciudadano común. Los mecanismos de participación ciudadana, aunque existen en el papel, a menudo se sienten distantes e ineficaces, alimentando la desconfianza y la apatía. Cuando el gobernante no percibe las necesidades y anhelos de sus gobernados, y estos a su vez sienten que su voz no es escuchada, el terreno fértil para la desobediencia civil y la búsqueda de soluciones al margen de la ley se amplía, creando un ciclo vicioso de descontento y desorden.

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